Cuando hablamos de activos en desuso englobamos todo tipo de equipo, elemento, material o instalación que, asociado o no a una desimplantación o desmontaje, ya no es útil para una compañía. El alcance es tan amplio que abarca desde cualquier materia prima, producto semi-terminado y terminado, equipos y líneas de producción, repuestos, stocks, vehículos industriales o de flota, equipos auxiliares, instalaciones, mobiliario de oficina o almacén, consumibles, y un largo etcétera. En definitiva, la propia actividad de una compañía genera, sí o sí, activos que,  eventualmente, le dejan de ser útiles. Desgraciadamente, el “aún” modelo tradicional de producción lineal implica que un alto porcentaje de todos estos activos finalizan en el vertedero o, en el mejor de los casos, achatarrados a través  de un recuperador.

Existen otros Modelos de Recuperación de Valor que proponen soluciones avanzadas, asociadas directamente a Soluciones de Responsabilidad Circular, que aportan mayores beneficios en todos los sentidos: Económico, Medioambiental y Social.

Estos modelos avanzados están basados en un cambio sustancial de enfoque inicial, marcado por el análisis del posible re-empleo de cualquiera de esos activos, obteniendo así un mayor valor económico y reduciendo al máximo los posibles residuos: el Modelo Circular.

Si esto es así, ¿por que no lo implementa todas las compañías?

Hipocresía o Realidad

Desde enero de 2018, las grandes compañías están obligadas a presentar anualmente un informe no financiero, donde cada vez cobran mayor protagonismo los compromisos de sostenibilidad que marcan hitos y metas cuantificadas y alineadas con las regulaciones nacionales e internacionales.

La adaptación de los modelos de negocio a la regulación medioambiental es ya una realidad y una necesidad que implica el cumplimiento de determinados compromisos, y la implementación de cambios en los procesos operativos de las compañías.

Creemos, queremos, definimos, nos comprometemos, y ejecutamos … así rezan los planes de sostenibilidad de las Grandes Compañías, pero… ¿Cumplimos?

Un ejemplo claro es la gestión de activos en desuso donde, existiendo a menudo alternativas sostenibles más avanzadas, se descartan en favor de alternativas aparentemente más sencillas y más cómodas, porque “es como lo hemos hecho siempre”; el modelo tradicional, en definitiva.

Pensar que la manera como se han realizado las cosas tradicionalmente en una empresa es lo mejor, sólo porque hayan funcionado razonablemente, o simplemente no haya dado problemas, no es sino un obstáculos para los procesos de cambio y la búsqueda de la mejora.

Evidentemente, la necesidad imperiosa de cambiar no hace que el cambio suceda.

En su libro “Enseñar a los elefantes a bailar”, el doctor James A. Belasco nos identifica varios ejemplos de cómo la costumbre obstaculiza el cambio, y más en las grandes empresas (grandes elefantes), donde los cambios son lentos e implican la coordinación de diferentes equipos y niveles de aprobación.

Dejando atrás la alusión literaria, el presente y el futuro empresarial obliga a evolucionar y alinearse con un futuro más sostenible, donde los compromisos medioambientales deben marcar la diferencia, inclinando la balanza hacia lo comprometido; y esto implica cambio.

Es el momento de diferenciarse, es el momento de ejecutar, es el momento de tener claras las prioridades y salvar los obstáculos operativos que impiden cumplir con nuestros compromisos. Es el momento de Bailar.

Tal y como indicaban distintos medios en estos días, la crisis del coronavirus ha precipitado todavía más el debate sobre la necesidad de impulsar medidas que favorezcan la transición hacia un modelo económico más sostenible. En los últimos meses, multitud de dirigentes políticos y expertos han insistido en esta idea, aprovechando la coyuntura provocada por el Covid-19, que ha puesto de manifiesto la estrecha relación entre la economía y las emisiones de CO2.

Un ejemplo claro es la posible exigencia por parte de la  Comisión Europea (CE) de implantar políticas verdes a aquellos países que quieran recibir financiación comunitaria para paliar los efectos de la crisis del coronavirus, como es el caso de España. En concreto, la CE ha propuesto la creación de un fondo de reconstrucción europeo, que en caso de salir adelante, otorgará ayudas a los estados que presenten un plan de inversiones y reformas, entre ellas, las dirigidas a la creación de empleos vinculados a la descarbonización y las energías renovables, o al apoyo a pymes relacionadas con la transición ecológica. Esto ha coincidido en el tiempo con la remisión a las Cortes por parte del Gobierno de España del proyecto de ley de Cambio Climático y Transición Energética, y la aprobación de la Estrategia Española de Economía Circular junto al anteproyecto de la Ley de Residuos.

Hemos avanzado mucho en los últimos años y los objetivos están claros: Residuos 0.

En SURUS hemos desarrollado modelos de recuperación de valor aplicables a cualquier activo en desuso, incluso aquellos ligados a desimplantaciones de instalaciones, ya sea parciales o completas, que confirman que un Modelo Circular supone una ventaja económica, medioambiental y social.  Modelos medibles y cuantificables, basados en la experiencia en proyectos ya realizados, combinando las mejores prácticas y soluciones. Valor Sostenible.

No hay excusa para no cambiar.

“La Sostenibilidad pone la música, deja bailar al Elefante”.

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