La economía siempre ha tenido dualidades entre lo que es la realidad del mercado y los estudios que van más allá de esas tendencias. Habitualmente las hemos conocido como paradojas y aunque en ocasiones se trataba de humanizar y de desdramatizar las situaciones en determinados casos como este, los agentes económicos deberían tomarse nota y ver más allá de sus costes, hablando en plata de “lo barato”.

Vayamos a este concepto de economía circular que ha surgido dentro de lo que dan en llamar sostenibilidad. Si entramos a la definición, vemos que se trata de reparar, regenerar y mantener el valor y la utilidad en el tiempo de productos, componentes y recursos.

Es tentador simplificar todos estos enunciados con el proceso de reciclaje. La teoría da para bastante más y no se trata sólo de parchear y seguir usando. Se trata de revisar todo el modelo productivo, de cara a acercarlo al modelo presente en la naturaleza, la llamada cadena trófica o ciclo vital que se renueva una y otra vez. Toca replantear el proceso y literalmente llevarlo a una posición en la que no haya residuos y cada etapa del proceso productivo pueda ser aprovechable para algún agente económico.

En los últimos tiempos, por la coyuntura económica, no hace mucho vimos como la estructura laboral fomentó la salida de los trabajadores de más edad con jubilaciones anticipadas o prejubilaciones. Paradójicamente, la sostenibilidad de los sistemas de pensiones ha obligados a ampliar la edad de jubilación tras la crisis, cuando los empleadores públicos o privados no saben como integrar a estos trabajadores.  La escasez y el ajuste han obligado a esta opción.

El modelo productivo actual, profundamente dedicado al consumo bastante rápido, fomenta la compra de lo mejor al precio más barato. Asistimos a una oferta variada a precios muy competitivos de máquinas y otros productos mejores cada día y una sensación de fomento del uso y su sustitución en un plazo muy breve. Ordenadores, móviles, tablets u otras herramientas tecnológicas.

Obviamente este ciclo no es sostenible. A pesar del abaratamiento de costes que prometen los avances tecnológicos, esta operativa obliga a una inversión constante, que en muchos casos anula otras posibilidades mucho más rentables a corto plazo. No hablaremos de las sospechas de obsolescencia programada…

La revisión de procesos, el uso de recursos renovables, la transformación de la producción, desacelerar este ciclo consumidor de productos de rápida caducidad… por tanto se convierte en una opción económica más que apreciable.

¿Está el mercado preparado para ello?

El problema es quien tira la primera piedra. ¿Tiene recursos nuestro mercado para facilitar estas posibilidades? A esta situación se suma el proceso de reconstrucción y ajuste de nuestra economía tras la crisis. Muchas empresas se han visto obligadas a cerrar completamente o a reducir su estructura, generando demasiados recursos que no pueden dar utilidad. La única vía era convertirlos en chatarra o en desmontarlos con el consiguiente coste económico y/o medioambiental. Afortunadamente, gracias a los principios de economía circular y a opciones como la que ofrecemos en Surus Inversa, esto ya no es así.

He dejado esta idea para el final. El ahorro o abaratamiento que se puede producir nos ha dejado una opción económica. Con frecuencia se ha tachado a la economía de ver sólo el lado financiero. Lamentablemente el coste medioambiental  debe ser tenido en cuenta. Estos procesos de achatarramiento no son inocuos siempre. El estudio de los actuales recursos y el alargamiento de su vida útil así como su comercialización debe ser el paso intermedio.